La cuarta transformación

Antes de empezar una  aclaración importante: Por favor no piense que este texto es tendencioso o partidista. No es así. No estamos a favor  ni en apoyo político de nadie en particular. Ahora sí… comencemos.

En la boca traemos todos los mexicanos un concepto que se ha estado manoseando desde que Andrés Manuel López Obrador buscaba ser presidente: La cuarta transformación. Todos la critican pero quizá pocos la han entendido del todo. La expresión persigue tener una relevancia en la historia de nuestro país, como bien lo señalaba el slogan de su campaña: “Juntos haremos historia”, y es que AMLO lo que busca, es situar su mandato al nivel de los tres momentos claves de la historia de México: La independencia (1810) , El movimiento de Reforma (1861) y la Revolución (1910). En pocas palabras cuando el presidente actual nos habla de cuarta transformación, lo que desea es hacer un cambio profundo. Y ese cambio profundo lo haremos todos si participamos en ello. Lo que no se ha entendido del todo es que el cambio no lo va a hacer un solo mandatario ni su séquito de colaboradores. 

Transformación es una palabra enorme. Su significado nos dice que, es el acto o proceso mediante el cual algo se modifica, se altera o cambia de forma manteniendo su identidad. Aquí me detengo, porque identidad es otra palabra grande y fundamental. Y creo que los mexicanos tenemos mucha identidad. Somos guerreros por naturaleza, atrevidos, solidarios, trabajadores, entusiastas, tenemos mucha fuerza en todos los aspectos, pero también, somos muy “quejones”, y nos encanta ver el lado malo de las cosas. Necesitamos ver todo lo bueno que tenemos, que hemos logrado. Por algo somos el país latinoamericano que es punta de lanza para muchísimas cosas, México no solo es violencia, narcotráfico y corrupción. Ese modelo carcomido debemos dejarlo de lado. México es mucho más que eso y está construido por casi 125 millones de mexicanos que deberíamos estar deseosos de realizar esta cuarta transformación. 

No involucrarnos responsablemente nos hace perder lo más maravilloso de la democracia: nuestro poder, y generamos mayor dependencia en los medios y el gobierno para las decisiones.

El conflicto es necesario para vivir en democracia. Fallamos en como lo manejamos: con el hígado en lugar de la cabeza. Ser buen ciudadano no solo es dejar pasar al peatón y reciclar. Eso lo vemos también en países totalitarios. Es involucrarse activamente en las decisiones del gobierno buscando el bien común. En casa debemos dar el ejemplo. Que nuestros hijos vean que cuando opinamos lo hacemos bien informados, siempre de ambos lados y no reaccionando ante un titular o un tweet que dice lo que me gusta escuchar. Transfórmese y verá como transforma todo su entorno. De eso se trata la cuarta transformación, no es un sueño utópico. Se lo aseguro. Por qué cree que los países primer mundistas viven tan bien, pues porque todos colaboran. Porque se respetan las reglas, se juega el mismo juego que el gobierno, se critica sí, pero también se propone y se construye. Vivir viendo el lado malo de las cosas sin actuar, es muy similar a estos matrimonios que se la viven hablando mal de su pareja, pero ni la cambian ni mejoran ellos mismos, ni buscan soluciones, pero eso sí, señalan y señalan, como si con eso ganaran algo, y ahí se quedan siendo infelices de por vida.

Démonos la oportunidad de mejorar, de evolucionar, de transformarnos sin perder nuestra esencia. Le aseguro que puede sorprenderse de los resultados que se pueden lograr. Sea el protagonista no el villano.

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